El queso es uno de los alimentos más antiguos de la humanidad.
Los antiguos griegos creían que tenía propiedades curativas, Atila
comía queso hecho con leche de yegua, y los romanos, grandes fabricantes
de queso, extendieron su consumo a todos los rincones del imperio.
A lo largo de su historia, el hombre ha ideado distintos modos de hacer quesos de diferente sabor y consistencia.
Actualmente se producen muchos quesos usando métodos tradicionales,
aunque el proceso de elaboración ha experimentado una gran mejora
gracias a los avances técnicos.
El queso, cualquiera de ellos, no es más que la materia sólida que resta cuando se le quita el suero a la leche, por presión o cocción.
Un buen trozo de queso sabe bien a cualquier hora y en cualquier lugar.
Puede servirse como ingrediente principal de un plato, como entrante o
como postre. Es fácil de transportar y ello lo hace un manjar excelente
para excursiones y meriendas, puesto que además no se rompe o estropea.
Desde una simple rebanada con queso hasta una fuente de quesos variados,
este ingrediente se adapta a nuestros deseos como ningún otro alimento.
Es importante sacar el queso de la nevera al menos media hora antes de consumirlo, puesto que a temperatura ambiente se aprecia mejor su sabor.
La temperatura óptima es entre 16 y 18ºC. También es aconsejable
conservarlo en su envoltorio original y esperar al último momento antes
de cortarlo, para evitar que se reseque excesivamente.
Si se sirve una selección de quesos lo ideal es proporcionar un cuchillo diferente para cada tipo,
así evitamos manchar los quesos duros con los grasos, y mezclar los
sabores más fuertes con los más suaves. Si se trata de una ocasión
informal (como un picnic) puede limpiarse el cuchillo con una servilleta
de papel antes de cambiar de queso.
Para calcular cuánto queso servir por comensal,
dependerá del papel que este represente en la comida que se sirve. Si es
el plato principal, tras una sopa o una ensalada o el centro de una
fiesta, hay que calcular unos 175 gr. por persona (entre 150 y 200 gr.).
Si va tras el plato fuerte y precede al postre, bastarán 75 gramos por
comensal (entre 80 y 100 gr.).
Si queremos preparar un arreglo de quesos para una fiesta o comida, hay que procurar presentarlos de manera apetecible.
Intentaremos colocar porciones más o menos del mismo tamaño y
colocarlas en una tabla, ligeramente separadas unas de otras, cada trozo
de queso con un cuchillo.
Una tabla de quesos debe ofrecer un buen surtido de ellos.
Se sirva de forma rústica con trozos enteros de queso o decorada con
más detalle, lo más importante es la elección de los quesos. Una
combinación clásica debe tener en cuenta los distintos tipos: queso de
pasta dura, queso de corte, queso de pasta blanda con moho exterior,
queso azul, queso fresco y con cultivos rojos. Para una tabla pequeña
bastarán cuatro o cinco clases de quesos.
Es importante también tener en cuenta el orden de degustación.
Se empieza por los más suaves hasta llegar a los de sabor más intenso.
La regla de oro es ordenar los quesos de ligero a pesado y de suave a
picante. El queso anterior no debe, en ningún caso “matar” el posterior,
sino hacer posible disfrutar de un grado más de sabor.
Fuente.- Directo al Paladar
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